Diseño y herejía

Cuando uno lleva años estudiando la historia del diseño gráfico, empieza a darse cuenta que existen huecos misteriosos. Faltan cosas. 

Ciertos carteles, ciertas cubiertas de discos o ciertos logotipos que están metidos en el subconsciente popular no aparecen en los libros de referencia ‘oficiales’. Te vas dando cuenta también, volumen a volumen, que los historiadores han tomado como punto de partida otros libros ‘oficiales’ y éstos a su vez se han conformado a menudo con publicar las obras que tenían más a mano o que les resultaban mas familiares (por aparecer en anuarios de premios del sector). 
Todo esto resulta en una presencia desproporcionada de diseñadores basados en Nueva York o Londres, por ejemplo. Y siempre queda la duda de si en otros países, aparte de alguna monografía esporádica, no hubo nada destacable durante décadas.

Art Chantry es un diseñador del noroeste estadounidense que se ganó hace tiempo su sitio en la historia del diseño. Su trabajo como grafista siempre ha destacado por nutrirse de artefactos gráficos olvidados a los que ha dado nuevas interpretaciones.

Desde hace unos años, Art ha utilizado Facebook como un blog en el que ha ido posteando sus teorías, a menudo polémicas, sobre esos artefactos. Facebook ha sido un rodaje para sus ensayos: a veces ha conseguido reunir nuevos datos gracias a sus lectores y otras ha generado debate. En todo caso, ha desencadenado suficientes reacciones como para que se publique un libro recopilando sus ensayos: ‘Art Chantry Speaks: A Heretic’s History of 20th Century Graphic Design’.

El libro recupera a figuras como Harry Chester, maestro de la rotulación ‘de monstruos’ o a Cal Schenkel y su trabajo surrealista como diseñador ‘in-house’ (literalmente) para Zappa: figuras que han influido a generaciones pero que no han pertenecido a la elite consagrada de grafistas. 

Tal vez el ensayo más representativo y herético es el que trata del origen de una de las imágenes mas ubicuas del siglo XX: el ‘Happy Face’ o ‘Smiley’. Esta cara amarilla se ha ido reinventando con diversos contenidos a lo largo del tiempo: un compañía de seguros, una campaña política, una emisora de radio, un personaje de merchandising, un estilo musical, etc, etc. Aunque se ha atribuido su autoría a Harvey Ball a principios de los 60, Chantry encuentra precedentes retrocediendo hasta 1922. Pero para Chantry atribuirle una firma no es lo realmente importante. En boca de David Gibbons, autor de Watchmen, y que también lo utilizó, pero ensangrentado:  ‘Es solo un campo amarillo con tres marca en él. No podría ser mas simple. Y en ese sentido, está vacío. Está listo para ser llenado de contenido. Lo pones en una guardería y funciona. Lo pones en la máscara antigás de un policía y se convierte en algo completamente diferente’.

La conclusión a la que llega Art es que en cada nueva encarnación el ‘Happy Face’ cobra un significado nuevo y, por lo tanto, deja de ser relevante la autoría original. Ahí radica la herejía que plantea el libro: deberíamos dejar de escribir la historia del diseño como la del arte y empezar a explicarla como un lenguaje. Vivo y cambiante. Ya es hora de que se empiece a reescribir nuestra profesión.